El misterio de los misiles S-300
Las armas rusas vuelven a aparecer como supuesto objetivo de los bombardeos de Israel cerca de Damasco
FÉLIX FLORES La Vanguardia
Israel, una vez más, ni confirma ni desmiente sus bombardeos sobre territorio sirio, ni mucho menos, naturalmente, revela cuál sería su objetivo. Así, la prensa israelí se remite a la prensa árabe para dar la noticia.
Y una vieja especulación aparece de nuevo: supuestos envíos de misiles rusos S-300, pero no con destino al ejército sirio, sino a la organización chií libanesa Hizbulah, que es aliada del régimen de Bashar el Asad. Así lo ha señalado Al Quds al Arabi, que se edita en Londres, mientras que medios libaneses considerados próximos a Hizbulah, como los diarios As Safir y Al Akhbar, lo han desmentido.
El ministro israelí para asuntos estratégicos y de inteligencia, Yuval Steinitz, se ha limitado a la habitual insinuación que viene a confirmar los rumores. Al menos desde el punto de vista israelí. Según Steinitz,: su gobierno tiene “una firme política de prevención de toda posible transferencia de armas sofisticadas a organizaciones terroristas”.
A finales del pasado enero, Israel bombardeó un supuesto almacén que contenía misiles S-300 en Latakia, una de las ciudades más fieles al régimen sirio. Y lo mismo hizo en octubre del 2013, atacando defensas antiaéreas sirias, y antes en mayo y en enero del 2013.
Los S-300 son misiles antiaéreos de medio-largo alcance, capaces de interceptar misiles de crucero, misiles balísticos y aeronaves. Llamados SA-20 en la terminología de la OTAN, son el equivalente a los Patriot estadounidenses –que la Alianza tiene instalados, por cierto, en Turquía y Jordania- y su historia en relación con la guerra de Siria empieza a parecerse a un culebrón.
Rusia tenía un contrato con Irán, firmado en el 2007, para exportar misiles S-300, pero tuvo que echarse atrás debido a las sanciones de Naciones Unidas contra el régimen de Teherán, que denunció a Rusia por incumplir el acuerdo ante el Tribunal Internacional de Arbitraje de Ginebra. Con Siria, Rusia tenía un contrato similar, por mil millones de dólares, firmado en el 2011.
En septiembre del 2013, el propio Vladímir Putin dijo que ese contrato no se haría efectivo y que las piezas del sistema suministradas hasta el momento a Siria no eran suficientes para ponerlo en marcha. Irán, aliado de Siria, anunció que estaba desarrollando su propia versión de los S-300.
No se trata de cohetes cualesquiera sino de un sistema complejo y voluminoso. La batería de misiles es transportada por un camión pesado cuya plataforma se eleva para el lanzamiento vertical de los proyectiles, dos de ellos por cada objetivo.
No está claro qué ha pasado con los misiles rusos destinados a Siria, si han sido desmantelados, como dijo Moscú que haría, o si se guardan con destino a otro país. Medios iraníes afirmaron el mes pasado que Rusia había suministrado estos misiles a Egipto.
En el contexto de la guerra siria, los S-300 no sirven, desde luego, para combatir al Estado Islámico, ni tampoco, hoy por hoy, sería el primer objetivo de Bashar el Asad derribar con ellos aviones estadounidenses -que bombardean precisamente a los yihadistas- o israelíes, por lo que el único destinatario potencial tendría que ser Hizbulah.
A menos que, como han dicho los diarios libaneses, el blanco de los bombardeos israelíes fuera otro tipo de armas y los S-300 sigan siendo una misteriosa cortina de humo.