“Francia no entiende qué significa tener una identidad catalana”
- El país cree que se tiene que respetar la Constitución y teme un efecto boomerang en otras regiones
- “Francia no entiende qué significa tener una identidad catalana”La campaña electoral en Catalunya vista por una lectora que vive en Grenoble (Francia) (Pablo González)
MONTSE AYMAMÍ, Grenoble, La Vanguardia
Siempre es interesante y necesario ver a su propio país desde lejos, y observar el contraste con otras culturas generalmente con un pasado histórico que las hace fuertes y les da una identidad que las protege. Es lo que me pasó a mí, al llegar a Francia hace varias décadas, época en que estábamos bajo el régimen franquista. Desde Francia, España era un todo, un paquete único con la etiqueta vacaciones, paella y flamenco. Yo les hablaba de Catalunya y, claro, conocían Barcelona y la Costa Brava, que mezclaban con la pandereta y las castañuelas.
Fue hasta principios de los años noventa, cuando se organizaron los J uegos Olímpicos en la ciudad condal en el 1992, cuando el tema regional empezó a ser observado por la mayoría de los franceses. Se dieron cuenta de que existía una región que hablaba catalán y que se sentía diferente del resto de la península.
Tuve la oportunidad, por motivos laborales, de vivir en cinco ciudades diferentes en Francia: de Norte al Este, pasando por el centro. Cada vez la percepción de Catalunya y de su lengua y cultura diferentes era un descubrimiento. El tiempo, la historia y también el deporte han ayudado a perfilar la identidad catalana. Pero lo más difícil para los franceses, todavía hoy, es el hecho de entender que la II Guerra mundial que sufrieron no deja los mismos efectos que una guerra civil española como la que ha vivido España.
Lo más difícil para los franceses es el hecho de entender que la II Guerra mundial que sufrieron no deja los mismos efectos que una guerra civil española como la que ha vivido España
Para los franceses el enemigo era el “extranjero”: extranjero viene de “extraño”, y las palabras despectivas para definir a los invasores lo reflejan: “les boches, les chleus, les fritz”. Cuando les comento que en España hubo una guerra civil, significa que los enemigos podían ser los vecinos o incluso alguien de la familia. El silencio que siguió a la dictadura de Franco, a su muerte en 1975, y con la Constitución de 1978 se iniciaba un período de adaptación democrática, pero de silencio por las dos partes: franquistas y republicanos. Los autores de crímenes, todavía activos, quedaron tranquilos ya que se decidió dar la vuelta a la página y olvidar el pasado. No siempre fue fácil. Y todavía no lo es. No olvidemos que el último invasor de España fue Francia, hace dos siglos, y todavía se conocen los términos de “gabacho, franchute…”. Y en nuestra sociedad y familias españolas, todavía hay franquistas o descendientes del franquismo, que gozan de total impunidad. Sólo han pasado dos generaciones. Tres son necesarias, como mínimo, para renovar una sociedad que no ha hecho el proceso ni la condena de la guerra civil y de la dictadura.
Volviendo a la visión de Catalunya por parte de los franceses, ellos consideran que España es una democracia, y que debemos respetar la Constitución votada en el 1978. Cuando les hablo de la antigüedad de la cultura e identidad catalanas me miran con extrañeza: para ellos identidad cultural es algo que no entienden. Yo les comento que hasta mediados del siglo XX, los países y las fronteras se determinaban por los reyes, los dictadores, los ejércitos. En 1950 había 76 países reconocidos por la ONU. A principios del siglo XXI hay más de 200. Esto significa que es una necesidad de los pueblos de diferentes países, en todos los continentes, y no sólo de Cataluña.
Los franceses consideran que España es una democracia, y que debemos respetar la Constitución votada en el 1978La primera constatación es, pues, que el pueblo tiene hoy la palabra, y no los que están por encima, en el poder, como antes. La globalización tiene este punto positivo: las diferentes culturas reivindican su identidad y quieren protegerla y mantenerla para no fundirse en un caos mundial, sobre todo en una época de intercambios y comunicación digital instantánea.
Pero la historia de Francia es distinta: el país actuó hace ya más de 200 años, a favor de la unificación y de la prohibición de las lenguas locales, imponiendo el francés en todos los ámbitos, y castigando severamente a los que no obedecían. El resultado fue total. Todavía hoy observamos que los franceses se sienten primero franceses, y después de la región anexionada por el gobierno central. Las decisiones y el dinero vienen de París, y el equilibrio en todas las regiones de educación, salud, y la administración es relativamente igualitaria.
El “afrancesamiento” de todas las regiones incluía también la pronunciación correcta del francés. La clase alta tiene acento parisino, los de clase más baja conservan un acento regional, del cual se burlan hasta los cómicos hoy día en los medios de comunicación. Los franceses se burlan también de los acentos belgas y de Québec. Una vez vi una película canadiense en versión original. Me sorprendió que, incluso durante las escenas serias, el público se riera del acento “quebecois”. Esto es un ejemplo de los efectos del centralismo francés que les hace difícil la comprensión del respeto de las diferentes culturas, regiones e identidades.
Francia actuó, hace ya más de 200 años, a favor de la unificación y de la prohibición de las lenguas localesCuando los amigos y conocidos franceses me preguntan: “¿Qué os pasa a los catalanes?” ¿Tú no vas a ir a votar por la independencia, verdad? “Si todas la regiones del mundo hicieran lo mismo, ¿qué pasaría? Los vascos, los bretones, los corsos…” Claro, ellos temen un efecto “boomerang” que no tiene en cuenta las razones históricas y políticas de cada país. Cuando comento que hay prisioneros políticos en España me miran extrañados y algunos responden: “claro, si desobedecen a la ley…”. Pero si no se adaptara la ley al pueblo, todavía estaríamos en la época feudal.
Pero, por suerte, no todos tienen esta visión centralista y crítica de lo que está pasando en Catalunya y de la represión del actual gobierno central. Desde el 1 de Octubre, las imágenes públicas de la violencia de la guardia civil en Catalunya empiezan a hacer sus efectos. Muchos franceses quieren saber qué pasa. Nuestro trabajo consiste en organizar reuniones y explicar detenidamente lo que está pasando, para que entiendan que no se trata, como ellos imaginan de un asunto económico, sino de la recuperación histórica de las libertades culturales y lingüísticas que harán que nos entendamos mejor con nuestros vecinos: españoles, franceses, italianos, europeos, que coaccionados en un país que no ha sabido aceptar las diferencias ni dar la vuelta a la página del franquismo. Hay trabajo, pero ahí estamos.
Desde el 1 de Octubre, las imágenes públicas de la violencia de la guardia civil en Catalunya empiezan a hacer sus efectos