La cultura de Defensa y la Armada
Juan Chicharro
Los archivos del Tercio Sur de Infantería de Marina, otrora primer Regimiento, se conservan primorosamente en la biblioteca de dicha Unidad. Si uno tiene la paciencia de revisar los historiales de cada uno de los infantes de marina que participaron en la campaña de Cuba, antes de su pérdida, podrá contemplar como la gran mayoría de las bajas se produjeron más como consecuencia de la malaria que por la acción del enemigo.
Perdida la guerra y la isla, años más tarde una delegación española visitó la misma y observó con sorpresa que la enfermedad había sido casi erradicada. La representación española preguntó a las autoridades norteamericanas como lo habían logrado. La respuesta fue clara: aplicando al pie de la letra los reglamentos del ejército español.
Sirva esta introducción para exponer que mis argumentos a propósito de lo que denominamos Cultura de Defensa en España llevan el mismo derrotero.
Digamos en primer lugar que hay que diferenciar lo que significa el conocimiento de las cuestiones de seguridad, Cultura de Defensa, de la Conciencia de Defensa que significa la comprensión de la importancia de ésta en la protección de la sociedad, sus intereses y valores; no obstante, hecha esta diferenciación la interrelación de ambos conceptos es muy estrecha. No hay conciencia si no hay cultura y viceversa.
En España corresponde a la Secretaria General de la Política de Defensa la responsabilidad de “proponer y coordinar la política cultural de seguridad y defensa y la promoción de la conciencia de defensa nacional”.
Nos encontramos también con responsabilidad en este ámbito una panoplia de organismos tales como la Subdirección General de Publicaciones y Patrimonio, el Instituto Español de Estudios Estratégicos, la Escuela de Altos Estudios de la Defensa, el Instituto Universitario Gutiérrez Mellado y desde luego los Ejércitos y Delegaciones de Defensa.
Todas las actividades responden a lo que dicta un plan director desarrollado a su vez por planes subordinados y programas.
De la lectura de todas estas normas se puede observar cómo se fijan objetivos, se definen los mensajes a transmitir y los colectivos prioritarios objeto de estos.
Perfecto. Nada que objetar. Los leo y no puedo por menos que congratularme de lo acertado y apropiado de las acciones en marcha para poner en conocimiento de la sociedad española lo que significa la seguridad y defensa, así como la concienciación de la necesidad de la misma.
En este contexto se han celebrado hace unos días unas jornadas organizadas por la Armada con el título “La Armada vista desde la sociedad”. Las conclusiones de los ponentes han reflejado en algún caso un optimismo desmedido y en otros una realidad más acorde con la verdad.
No dudo que las intenciones “oficiales” son acertadas; sucede que las actuales disponibilidades presupuestarias no permiten hacer mucho más de lo que se hace, pero la cruda realidad es que si uno va a Toledo o Palencia y pregunta el por qué de la necesidad de disponer de una capacidad naval se queda uno asombrado de la respuesta; claro que si se hiciera la misma pregunta en La Coruña, Bilbao o Barcelona – puertos de mar – se podría comprobar la ignorancia que la mayor parte de nuestros compatriotas tienen sobre la Armada y sobre la necesidad de la misma.
No soy de los que piensan que tiempos pasados fueran mejores; sin embargo al echar la vista atrás por lo que al conocimiento de la Armada se refiere no puedo por menos constatar que así era.
Hace apenas unos lustros cuando existía el servicio militar obligatorio eran miles los españoles que pasaban por nuestros buques y conocían de cerca la Armada. Para bien o para mal, según el criterio de cada uno. Hoy es impensable algo parecido pero sí que sería bueno en su lugar el potenciamiento del reservismo, asignatura pendiente de desarrollo seguramente por la penuria económica vigente.
Hasta hace poco nuestros buques – más numerosos que ahora – tras las maniobras que realizaban solían recalar en puertos de toda la geografía nacional. En prácticamente todos. La Armada se daba a conocer en nuestros puertos. Hoy, en ocasiones debido a escaseces presupuestarias y en otras por razones incomprensibles – Barcelona o Bilbao – no sucede lo mismo.
Hasta hace poco la Armada estaba presente en casi todo el litoral a través de las Comandancias y Ayudantías de Marina con responsabilidades en muchos ámbitos. Hoy esta presencia se limita a unas pocas y limitadas al ámbito institucional. Todas aquellas que eran ejercidas con anterioridad han sido transferidas a otros organismos sin que se constate una mayor eficacia en ningún caso. El que lo dude que lo pregunte a los afectados, a la gente de la mar.
No hace mucho que la Armada llevaba a cabo campañas institucionales propias como aquella de “muchacho la marina te llama” con un éxito no igualado hasta ahora, a la par que la organización de “semanas navales” que daban a conocer en nuestro litoral a nuestra fuerza naval. En concreto me referiré, por ejemplo, a la que tuvo lugar en Barcelona allá por los 60 del pasado siglo. Parada naval que aglutinó en dicha ciudad, por extraño que nos parezca ahora, más gente que la propia Diada del mes pasado.
Pues bien, a pesar de todo esto, la Armada seguía siendo una gran desconocida en nuestra nación que a pesar de ser de condición marítima por su geografía seguía y sigue teniendo mentalidad continental.
Entonces no se conocía o se hablaba de Cultura de Defensa pero hoy a pesar de lo acertado de la organización de ésta – ya lo he dicho antes – la Armada sigue siendo una gran desconocida.
¿Por qué?
En mi opinión porque de una parte la difusión de las actividades de la misma se concentran en las del conjunto de las FAS sin que se vislumbren campañas específicas, de otra por la carencia de actividades como las citadas en párrafos anteriores especialmente las que deberían desarrollarse en el litoral, que no en Madrid, y finalmente por las enormes dificultades para llevar al ámbito educativo lo que en otras naciones de nuestro entorno es normal.
No digo nada nuevo ni imaginativo. Todo está escrito y esto me recuerda la anécdota con la que comenzaba estas líneas.
República
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sábado, 9 de noviembre de 2013
jueves, 7 de marzo de 2013
Más desmantelamiento militar en Argentina
Liceos Militares: garantía de identidad y unión
marzo 6, 2013
By Miguel Ángel Sarni
Los tanques sin repuestos, las tropas sin transporte o munición, los barcos sin mantenimiento, los aviones que se caen, todo eso no alcanzaba. Ahora, el Ministerio de Defensa acaba de eliminar el único ámbito de formación de las reservas de oficiales de las FF. AA., los liceos militares.
Sumado al “vamos para atrás” educativo y desaliento salarial de los oficiales y suboficiales, la falta de reservistas terminaría de perfeccionar un estado de indefensión nacional: pasaría de agudo a crónico. El estado subsiguiente podría ser terminal.
Los Liceos Militares son institutos secundarios que funcionan en la órbita de las Fuerzas Armadas, donde se cursan los estudios de dicho ciclo y, paralelamente, se recibe instrucción militar. Fueron creados a fines de los años treinta, tomando como modelo institutos similares que existían (y existen) en muchos países.
Tuvieron, desde mediados de los años ‘90, un profundo proceso de modernización que incluyó -como en el resto del sistema militar en todo el mundo- la incorporación de la mujer, y el desarrollo de un renovado Proyecto Educativo de Calidad.
Estadísticamente, son pocos los egresados de los liceos que siguen, luego, la carrera militar. Lo importante para el país es que son civiles con una alta calidad de educación secundaria general, equivalente a la de los colegios civiles preuniversitarios. Pero, fundamentalmente, son reservas calificadas y rápidamente disponibles en caso de guerra.
La nueva doctrina militar privilegia a las elites de conducción sobre la masa y las tesis de la Nación en armas de origen napoleónico han quedado archivadas en los museos militares del pasado.
En el ámbito de Defensa, durante los 90 el Ejército, como primer paso de una reforma total en, que aboliera el viejo ejército “de masas” y construyera en su lugar un arma más profesional, más reducida, móvil, educada y de alto nivel técnico, hubo cambios drásticos en la educación de los oficiales y suboficiales. Llegaron el bilingüismo obligatorio, la informática, las tecnicaturas, los grados y posgrados universitarios. En fin, un esfuerzo impresionante para cambiar un siglo entero de “cultura cuartelera”.
Increíblemente, esa iniciativa modernizadora fue discontinuada a partir de 2005/6. Se entendió que, con tanta administración, tantas relaciones internacionales, tanto know how técnico, tanta ingeniería, la educación de los oficiales se estaba volviendo, en fin, ¿demasiado civil? Fue un desordenado y preocupante retroceso suprimiendo gran parte de los cambios excelentes del modelo de educación militar adoptado hasta el 2003. Similares procesos vivieron las otras dos Fuerzas.
Y, ahora, tras semejante (y oculta) demostración de militarismo mal entendido, ¿se desmilitarizó la educación en los liceos militares? ¡Qué contradicción total!
En el 2006, por disposición del Ministerio de Defensa, se decidió la eliminación gradual de los liceos militares que funcionan desde 1938, y su traslado a la órbita civil, como paso previo a su disolución.
La medida constituía un atentado contra las libertades individuales, contra la elección vocacional de los jóvenes y de sus familias, ya que los liceos son pagos y absolutamente voluntarios, sin mayores diferencias con los establecimientos similares de países como Estados Unidos, Israel, Gran Bretaña o Francia.
En el 2010 el Ministerio de Defensa anunció los ejes centrales de la reforma, que tendían a quitar la “formación militar” de los liceos militares, señalando que el Estado deberá resolver por otros carriles cómo formar las reservas”, porque (sic) “la mayoría de sus egresados no alimenta las filas militares, pero sí desarrollan un espíritu de cuerpo en el que se reconocen más allá de cualquier actividad civil”.
Bueno, debido a que han logrado conservar su calidad educativa a lo largo de casi un siglo, el espíritu de cuerpo lo tienen también los egresados de muchas buenas universidades nacionales o de colegios preuniversitarios. ¿Está mal? ¿Y para romper ese espíritu hay que incumplir la ley 19.101 (ley Personal Militar) y cerrar los liceos? ¿No es mejor asegurarse el republicanismo y la modernidad de su currícula educativa?
Se expresaba que “El objetivo de los liceos militares es formar civiles que luego integrarán la reserva, no militares. Se trata de niños y adolescentes “, para justificar una reducción drástica de la carga horaria militar y del uso de armas.
En un país donde el retroceso educativo cundió tanto, ¿no vale la pena que algunos colegios secundarios sigan siendo de excelencia? Si no los conservamos, ¿cómo vamos a reconstruir los demás, el día que haya un relanzamiento educativo en serio del país, digamos un Plan Sarmiento II?
Los reclamos de provincias y municipalidades, así como de ex alumnos y de padres de actuales cadetes, no pudieron atajar la movida.
Recientemente, en febrero de 2013, las Resoluciones 59 y 96 del Ministerio de Defensa determinaron que los nueve Liceos Militares de educación secundaria con régimen de internado y adiestramiento castrense serán transformados en colegios normales, fuera de la órbita de las Fuerzas Armadas. Algunas de las medidas: supresión de uniformes, distintivos e insignias militares; reemplazo de la instrucción militar por cursillos de Defensa Nacional, Deporte de Orientación, Investigación y Diseño Científico y Tecnológico, Sociedad-Naturaleza-Medio Ambiente, etc.; reemplazo de los directivos militares por civiles, se implanta un Régimen de Convivencia, se abren como escuelas gratuitas..
Con respecto a que “se afianzará el vínculo con las universidades”, cabe consignar que la ley de Educación Superior Nro. 24521 vigente, permitió a las Universidades e Institutos Universitarios la posibilidad de mantener o crear centros educativos de niveles inferiores al Superior.
El Instituto de Enseñanza del Ejercito (IESE), universidad del Ejército, modificó su Estatuto a fin de que entre otras consideraciones contemplara la inserción de los liceos. Dicha solicitud de modificación fue aprobada por Resolución del Ministerio de Educación Nro. 986/95. Así, bajo la dependencia del IESE los liceos no pasaron a las jurisdicciones en donde se encuentran y por lo tanto tuvieron la conducción de la Fuerza.
Asimismo, como consecuencia de los requerimientos que para el IESE impuso la CONEAU (Comisión Nacional de Acreditación y de Autoevaluación) luego de la “evaluación institucional”, generó la necesidad de instaurar en los liceos la cultura de la autoevaluación detectando sus debilidades y fortalezas y sus correspondientes Planes de mejora de la calidad. Entre los ejes de acción podemos mencionar: la integración Académico-Militar, Proyectos para acuerdos de contenidos, Perfeccionamiento Docente, Mejora de la Comunicación, Titularización Docente que alcanzó el 70% del total de su cuerpo docente como fija la ley de Educación Superior para la Universidades.
Es bastante curioso que un gobierno con serios problemas para atender a las necesidades de un sistema de educación de nivel secundario mínimamente coherente, ahora se ocupe del inexistente problema de los Liceos Militares.
Cabe consignar que cada padre tiene el derecho más absoluto de elegir el tipo de formación que desea darle a sus hijos, la carga horaria con la cual cuenten para el desarrollo de las actividades y los valores que quieran sean sustentados ¿O este aspecto ha cambiado en la sociedad argentina?
La familia liceísta ha crecido integrada no sólo por los más de 70.000 egresados de los distintos Liceos Militares de las tres Fuerzas sino también por sus propias familias, por los docentes, por el personal militar y civil y por todos aquellos que de alguna u otra forma, han participado de la vida de estos Institutos.
Es la proyección de esos valores los que sostienen tan profundos lazos de amistad, de solidaria convivencia y de absoluta integración de los principios esenciales que sustentaron los padres de la Patria.
Así es como se forman ciudadanos dispuestos a servir con dignidad a su patria, a respetar nuestra Constitución Nacional, a defender las instituciones trascendentes de la República como parte esencial de ese sentimiento que debe necesariamente agigantarse.
Los egresados de los Liceos militares, hoy más que nunca, aseguran nuestra identidad, y nuestra fraterna unión frente a las “graves divisiones que afectan a la Nación”.
Miguel Angel Sarni
General de División (R) e ingeniero militar
Escribió “Educar para este Siglo”, Dunken
http://site.informadorpublico.com/?p=27283
marzo 6, 2013
By Miguel Ángel Sarni
Los tanques sin repuestos, las tropas sin transporte o munición, los barcos sin mantenimiento, los aviones que se caen, todo eso no alcanzaba. Ahora, el Ministerio de Defensa acaba de eliminar el único ámbito de formación de las reservas de oficiales de las FF. AA., los liceos militares.
Sumado al “vamos para atrás” educativo y desaliento salarial de los oficiales y suboficiales, la falta de reservistas terminaría de perfeccionar un estado de indefensión nacional: pasaría de agudo a crónico. El estado subsiguiente podría ser terminal.
Los Liceos Militares son institutos secundarios que funcionan en la órbita de las Fuerzas Armadas, donde se cursan los estudios de dicho ciclo y, paralelamente, se recibe instrucción militar. Fueron creados a fines de los años treinta, tomando como modelo institutos similares que existían (y existen) en muchos países.
Tuvieron, desde mediados de los años ‘90, un profundo proceso de modernización que incluyó -como en el resto del sistema militar en todo el mundo- la incorporación de la mujer, y el desarrollo de un renovado Proyecto Educativo de Calidad.
Estadísticamente, son pocos los egresados de los liceos que siguen, luego, la carrera militar. Lo importante para el país es que son civiles con una alta calidad de educación secundaria general, equivalente a la de los colegios civiles preuniversitarios. Pero, fundamentalmente, son reservas calificadas y rápidamente disponibles en caso de guerra.
La nueva doctrina militar privilegia a las elites de conducción sobre la masa y las tesis de la Nación en armas de origen napoleónico han quedado archivadas en los museos militares del pasado.
En el ámbito de Defensa, durante los 90 el Ejército, como primer paso de una reforma total en, que aboliera el viejo ejército “de masas” y construyera en su lugar un arma más profesional, más reducida, móvil, educada y de alto nivel técnico, hubo cambios drásticos en la educación de los oficiales y suboficiales. Llegaron el bilingüismo obligatorio, la informática, las tecnicaturas, los grados y posgrados universitarios. En fin, un esfuerzo impresionante para cambiar un siglo entero de “cultura cuartelera”.
Increíblemente, esa iniciativa modernizadora fue discontinuada a partir de 2005/6. Se entendió que, con tanta administración, tantas relaciones internacionales, tanto know how técnico, tanta ingeniería, la educación de los oficiales se estaba volviendo, en fin, ¿demasiado civil? Fue un desordenado y preocupante retroceso suprimiendo gran parte de los cambios excelentes del modelo de educación militar adoptado hasta el 2003. Similares procesos vivieron las otras dos Fuerzas.
Y, ahora, tras semejante (y oculta) demostración de militarismo mal entendido, ¿se desmilitarizó la educación en los liceos militares? ¡Qué contradicción total!
En el 2006, por disposición del Ministerio de Defensa, se decidió la eliminación gradual de los liceos militares que funcionan desde 1938, y su traslado a la órbita civil, como paso previo a su disolución.
La medida constituía un atentado contra las libertades individuales, contra la elección vocacional de los jóvenes y de sus familias, ya que los liceos son pagos y absolutamente voluntarios, sin mayores diferencias con los establecimientos similares de países como Estados Unidos, Israel, Gran Bretaña o Francia.
En el 2010 el Ministerio de Defensa anunció los ejes centrales de la reforma, que tendían a quitar la “formación militar” de los liceos militares, señalando que el Estado deberá resolver por otros carriles cómo formar las reservas”, porque (sic) “la mayoría de sus egresados no alimenta las filas militares, pero sí desarrollan un espíritu de cuerpo en el que se reconocen más allá de cualquier actividad civil”.
Bueno, debido a que han logrado conservar su calidad educativa a lo largo de casi un siglo, el espíritu de cuerpo lo tienen también los egresados de muchas buenas universidades nacionales o de colegios preuniversitarios. ¿Está mal? ¿Y para romper ese espíritu hay que incumplir la ley 19.101 (ley Personal Militar) y cerrar los liceos? ¿No es mejor asegurarse el republicanismo y la modernidad de su currícula educativa?
Se expresaba que “El objetivo de los liceos militares es formar civiles que luego integrarán la reserva, no militares. Se trata de niños y adolescentes “, para justificar una reducción drástica de la carga horaria militar y del uso de armas.
En un país donde el retroceso educativo cundió tanto, ¿no vale la pena que algunos colegios secundarios sigan siendo de excelencia? Si no los conservamos, ¿cómo vamos a reconstruir los demás, el día que haya un relanzamiento educativo en serio del país, digamos un Plan Sarmiento II?
Los reclamos de provincias y municipalidades, así como de ex alumnos y de padres de actuales cadetes, no pudieron atajar la movida.
Recientemente, en febrero de 2013, las Resoluciones 59 y 96 del Ministerio de Defensa determinaron que los nueve Liceos Militares de educación secundaria con régimen de internado y adiestramiento castrense serán transformados en colegios normales, fuera de la órbita de las Fuerzas Armadas. Algunas de las medidas: supresión de uniformes, distintivos e insignias militares; reemplazo de la instrucción militar por cursillos de Defensa Nacional, Deporte de Orientación, Investigación y Diseño Científico y Tecnológico, Sociedad-Naturaleza-Medio Ambiente, etc.; reemplazo de los directivos militares por civiles, se implanta un Régimen de Convivencia, se abren como escuelas gratuitas..
Con respecto a que “se afianzará el vínculo con las universidades”, cabe consignar que la ley de Educación Superior Nro. 24521 vigente, permitió a las Universidades e Institutos Universitarios la posibilidad de mantener o crear centros educativos de niveles inferiores al Superior.
El Instituto de Enseñanza del Ejercito (IESE), universidad del Ejército, modificó su Estatuto a fin de que entre otras consideraciones contemplara la inserción de los liceos. Dicha solicitud de modificación fue aprobada por Resolución del Ministerio de Educación Nro. 986/95. Así, bajo la dependencia del IESE los liceos no pasaron a las jurisdicciones en donde se encuentran y por lo tanto tuvieron la conducción de la Fuerza.
Asimismo, como consecuencia de los requerimientos que para el IESE impuso la CONEAU (Comisión Nacional de Acreditación y de Autoevaluación) luego de la “evaluación institucional”, generó la necesidad de instaurar en los liceos la cultura de la autoevaluación detectando sus debilidades y fortalezas y sus correspondientes Planes de mejora de la calidad. Entre los ejes de acción podemos mencionar: la integración Académico-Militar, Proyectos para acuerdos de contenidos, Perfeccionamiento Docente, Mejora de la Comunicación, Titularización Docente que alcanzó el 70% del total de su cuerpo docente como fija la ley de Educación Superior para la Universidades.
Es bastante curioso que un gobierno con serios problemas para atender a las necesidades de un sistema de educación de nivel secundario mínimamente coherente, ahora se ocupe del inexistente problema de los Liceos Militares.
Cabe consignar que cada padre tiene el derecho más absoluto de elegir el tipo de formación que desea darle a sus hijos, la carga horaria con la cual cuenten para el desarrollo de las actividades y los valores que quieran sean sustentados ¿O este aspecto ha cambiado en la sociedad argentina?
La familia liceísta ha crecido integrada no sólo por los más de 70.000 egresados de los distintos Liceos Militares de las tres Fuerzas sino también por sus propias familias, por los docentes, por el personal militar y civil y por todos aquellos que de alguna u otra forma, han participado de la vida de estos Institutos.
Es la proyección de esos valores los que sostienen tan profundos lazos de amistad, de solidaria convivencia y de absoluta integración de los principios esenciales que sustentaron los padres de la Patria.
Así es como se forman ciudadanos dispuestos a servir con dignidad a su patria, a respetar nuestra Constitución Nacional, a defender las instituciones trascendentes de la República como parte esencial de ese sentimiento que debe necesariamente agigantarse.
Los egresados de los Liceos militares, hoy más que nunca, aseguran nuestra identidad, y nuestra fraterna unión frente a las “graves divisiones que afectan a la Nación”.
Miguel Angel Sarni
General de División (R) e ingeniero militar
Escribió “Educar para este Siglo”, Dunken
http://site.informadorpublico.com/?p=27283
viernes, 30 de septiembre de 2011
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