ESTEBAN VILLAREJO / MADRID
Desde 2008 ha dado de baja a veinticinco buques, reemplazados por siete de mayor capacidad. Peligran proyectos futuros, como las fragatas F-110 o cinco buques BAM
El «Príncipe de Asturias fue dado de baja en 2013 tras 25 años en activo
Fue una de las imágenes de la Defensa el pasado año. El portaaviones «Príncipe de Asturias», buque insignia de la flota española con 25 años de servicio, arribaba al Arsenal Militar de Ferrol para ser desmilitarizado y finalmente dado de baja del Listado Oficial de Buques de la Armada.
«Así se nos requiere, España así lo requiere. España no puede sostenerlo», explicaba, apenado pero atento a la última maniobra, su último comandante, el capitán de navío Alfredo Rodríguez Fariñas. Efectivamente, una modernización y mantenimiento del «Príncipe de Asturias» costaba al Ministerio de Defensa unos cien millones de euros anuales.
La crisis obligó a su renuncia, máxime con un presupuesto de Defensa que se ha visto mermado en un 32 por ciento desde el inicio de la crisis:de los 8.491 millones de 2008 a los 5.745 millones previstos para 2014, y del cual se destina un 77 por ciento para pagar las nóminas del personal. Ahora el «Príncipe de Asturias» espera su probable desguace, ya que la venta a otro país parece improbable. «Con otro contexto económico probablemente se habría mantenido otros diez años», esgrime una fuente militar.
¿Cómo ha encarado la Armada los fuertes recortes habidos durante la crisis? Menos unidades, pero más polivalentes y que puedan cumplir con las misiones internacionales; por ejemplo en las aguas del Índico, donde ahora se encuentran la fragata «Álvaro de Bazán» y el BAM «Tornado». O en un futuro próximo en el golfo de Guinea. Esa es la filosofía.
«Se ha dado de baja a 25 buques, la mayoría patrulleros, y cuatro lanchas de desembarco. Por otro lado, cuatro buques de acción marina (BAM), el buque de aprovisionamiento “Cantabria”, que ha estado este año desplegado en Australia, o la última fragata de la clase F-100, la “Cristóbal Colón”, han causado alta en la flota», explican desde el Estado Mayor de la Armada. También el buque de proyección estratégica «Juan Carlos I», actual buque insignia de la flota y en servicio desde 2010, que, si bien no tiene las capacidades propias de un portaaviones, sí cumple funciones de proyección aérea.
Así, la misma crisis que ha hecho «encallar» al portaaviones «Príncipe de Asturias» también ha impedido la construcción de la sexta unidad de las fragatas F-100 («Juan de Austria») o la segunda fase de los BAM, que contemplaba tres nuevos patrulleros, uno oceanográfico y uno de salvamento y que prometió (solo en discursos electoralistas) el anterior Ejecutivo socialista sin comprometer gasto alguno en sus últimos presupuestos.
«No está desechada, solo aplazada», asegura sobre esta segunda fase de los BAM el secretario de Estado de Defensa, Pedro Argüelles. Un proyecto anhelado por los astilleros gaditanos de Navantia, cuyo futuro sin encargos de la Armada o grandes contratos de exportación con construcción en España es cuanto menos inquietante.
En 2014 se esperan nuevas bajas en la Armada, en el contexto de la planificación que realiza el Estado Mayor. Tal es el caso del buque de mando y apoyo de medidas de contraminas «Diana», cuya fecha de cese está aún por determinar. Además, se estudian otras posibles bajas, como dos de las seis fragatas de la clase «Santa María»(F-80). Estas fragatas, construidas en la década de los 80 y principio de los 90, deberían ser reemplazadas por una nueva clase de fragatas (F-110), cuyo presupuesto para iniciar su construcción no se vislumbra como factible durante esta legislatura o la próxima, si persiste la tendencia de recorte en Defensa.
No obstante, en el documento la Armada también reconocía el momento presente: «La crisis económica, que supone un enorme reto para España y, en consecuencia, para la Armada».
Esta reestructuración de la Armada -similar a la que se emprende en el Ejército de Tierra y su apuesta por las brigadas polivalentes o la reducción de gasto en el Ejército del Aire- coincidirá en 2014 con un momento estratégico en lo que se refiere a la diplomacia de defensa.
Está previsto que en el mes de febrero arriben a la Base Naval de Rota (Cádiz) los dos primeros destructores estadounidenses -el «USS Ross» y el «USS Donald Cook»- que formarán parte del componente naval del sistema de defensa antimisiles de la OTAN, el conocido como «escudo antimisiles». La llegada de otros dos destructores en 2015 consolidará la relación estratégica entre la US Navy y una Armada española. Un acicate para afrontar el incierto corto-medio plazo con cierto optimismo a pesar de los recortes.
Fue una de las imágenes de la Defensa el pasado año. El portaaviones «Príncipe de Asturias», buque insignia de la flota española con 25 años de servicio, arribaba al Arsenal Militar de Ferrol para ser desmilitarizado y finalmente dado de baja del Listado Oficial de Buques de la Armada.
«Así se nos requiere, España así lo requiere. España no puede sostenerlo», explicaba, apenado pero atento a la última maniobra, su último comandante, el capitán de navío Alfredo Rodríguez Fariñas. Efectivamente, una modernización y mantenimiento del «Príncipe de Asturias» costaba al Ministerio de Defensa unos cien millones de euros anuales.
La crisis obligó a su renuncia, máxime con un presupuesto de Defensa que se ha visto mermado en un 32 por ciento desde el inicio de la crisis:de los 8.491 millones de 2008 a los 5.745 millones previstos para 2014, y del cual se destina un 77 por ciento para pagar las nóminas del personal. Ahora el «Príncipe de Asturias» espera su probable desguace, ya que la venta a otro país parece improbable. «Con otro contexto económico probablemente se habría mantenido otros diez años», esgrime una fuente militar.
¿Cómo ha encarado la Armada los fuertes recortes habidos durante la crisis? Menos unidades, pero más polivalentes y que puedan cumplir con las misiones internacionales; por ejemplo en las aguas del Índico, donde ahora se encuentran la fragata «Álvaro de Bazán» y el BAM «Tornado». O en un futuro próximo en el golfo de Guinea. Esa es la filosofía.
«Se ha dado de baja a 25 buques, la mayoría patrulleros, y cuatro lanchas de desembarco. Por otro lado, cuatro buques de acción marina (BAM), el buque de aprovisionamiento “Cantabria”, que ha estado este año desplegado en Australia, o la última fragata de la clase F-100, la “Cristóbal Colón”, han causado alta en la flota», explican desde el Estado Mayor de la Armada. También el buque de proyección estratégica «Juan Carlos I», actual buque insignia de la flota y en servicio desde 2010, que, si bien no tiene las capacidades propias de un portaaviones, sí cumple funciones de proyección aérea.
¿Problemas a medio plazo?
Estos buques -construidos por los astilleros estatales Navantia- conforman el grueso de una Armada más polivalente y moderna, que incluso ha permitido exportar el modelo a países como Noruega o Australia. Sin embargo, y he aquí el «debe», son el resultado de la planificación anterior a la crisis, realizada en tiempos de bonanza económica. «El problema se cierne sobre la Armada a medio plazo en caso de persistir el actual contexto de recortes en la Defensa», reconoce otra fuente militar.Así, la misma crisis que ha hecho «encallar» al portaaviones «Príncipe de Asturias» también ha impedido la construcción de la sexta unidad de las fragatas F-100 («Juan de Austria») o la segunda fase de los BAM, que contemplaba tres nuevos patrulleros, uno oceanográfico y uno de salvamento y que prometió (solo en discursos electoralistas) el anterior Ejecutivo socialista sin comprometer gasto alguno en sus últimos presupuestos.
«No está desechada, solo aplazada», asegura sobre esta segunda fase de los BAM el secretario de Estado de Defensa, Pedro Argüelles. Un proyecto anhelado por los astilleros gaditanos de Navantia, cuyo futuro sin encargos de la Armada o grandes contratos de exportación con construcción en España es cuanto menos inquietante.
En 2014 se esperan nuevas bajas en la Armada, en el contexto de la planificación que realiza el Estado Mayor. Tal es el caso del buque de mando y apoyo de medidas de contraminas «Diana», cuya fecha de cese está aún por determinar. Además, se estudian otras posibles bajas, como dos de las seis fragatas de la clase «Santa María»(F-80). Estas fragatas, construidas en la década de los 80 y principio de los 90, deberían ser reemplazadas por una nueva clase de fragatas (F-110), cuyo presupuesto para iniciar su construcción no se vislumbra como factible durante esta legislatura o la próxima, si persiste la tendencia de recorte en Defensa.
Demandas de la Armada
En uno de los últimos documentos de planificación suscritos por la Armada -«Líneas generales 2012», una declaración de intenciones de las necesidades de la Armada para el periodo 2012-2016 y para un escenario «sin crisis»-, se reclamaba la construcción de cinco unidades de la nueva serie de fragatas F-110 para sustituir a las fragatas clase «Santa María» y estar operativo en 2025, esa segunda fase de los BAM -hay que recordar que es en patrulleros el tipo de buque que más ha dado de baja la Armada estos años- o la adquisición de diez aviones no tripulados, entre otros proyectos u obras de acondicionamiento de arsenales.No obstante, en el documento la Armada también reconocía el momento presente: «La crisis económica, que supone un enorme reto para España y, en consecuencia, para la Armada».
Esta reestructuración de la Armada -similar a la que se emprende en el Ejército de Tierra y su apuesta por las brigadas polivalentes o la reducción de gasto en el Ejército del Aire- coincidirá en 2014 con un momento estratégico en lo que se refiere a la diplomacia de defensa.
Está previsto que en el mes de febrero arriben a la Base Naval de Rota (Cádiz) los dos primeros destructores estadounidenses -el «USS Ross» y el «USS Donald Cook»- que formarán parte del componente naval del sistema de defensa antimisiles de la OTAN, el conocido como «escudo antimisiles». La llegada de otros dos destructores en 2015 consolidará la relación estratégica entre la US Navy y una Armada española. Un acicate para afrontar el incierto corto-medio plazo con cierto optimismo a pesar de los recortes.
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