sábado, 9 de noviembre de 2013

Opinión: Cultura de defensa en España

La cultura de Defensa y la Armada
Juan Chicharro

Los archivos del Tercio Sur de Infantería de Marina, otrora primer Regimiento, se conservan primorosamente en la biblioteca de dicha Unidad. Si uno tiene la paciencia de revisar los historiales de cada uno de los infantes de marina que participaron en la campaña de Cuba, antes de su pérdida, podrá contemplar como la gran mayoría de las bajas se produjeron más como consecuencia de la malaria que por la acción del enemigo.

Perdida la guerra y la isla, años más tarde una delegación española visitó la misma y observó con sorpresa que la enfermedad había sido casi erradicada. La representación española preguntó a las autoridades norteamericanas como lo habían logrado. La respuesta fue clara: aplicando al pie de la letra los reglamentos del ejército español.

Sirva esta introducción para exponer que mis argumentos a propósito de lo que denominamos Cultura de Defensa en España llevan el mismo derrotero.

Digamos en primer lugar que hay que diferenciar lo que significa el conocimiento de las cuestiones de seguridad, Cultura de Defensa, de la Conciencia de Defensa que significa la comprensión de la importancia de ésta en la protección de la sociedad, sus intereses y valores; no obstante, hecha esta diferenciación la interrelación de ambos conceptos es muy estrecha. No hay conciencia si no hay cultura y viceversa.

En España corresponde a la Secretaria General de la Política de Defensa la responsabilidad de “proponer y coordinar la política cultural de seguridad y defensa y la promoción de la conciencia de defensa nacional”.

Nos encontramos también con responsabilidad en este ámbito una panoplia de organismos tales como la Subdirección General de Publicaciones y Patrimonio, el Instituto Español de Estudios Estratégicos, la Escuela de Altos Estudios de la Defensa, el Instituto Universitario Gutiérrez Mellado y desde luego los Ejércitos y Delegaciones de Defensa.

Todas las actividades responden a lo que dicta un plan director desarrollado a su vez por planes subordinados y programas.

De la lectura de todas estas normas se puede observar cómo se fijan objetivos, se definen los mensajes a transmitir y los colectivos prioritarios objeto de estos.

Perfecto. Nada que objetar. Los leo y no puedo por menos que congratularme de lo acertado y apropiado de las acciones en marcha para poner en conocimiento de la sociedad española lo que significa la seguridad y defensa, así como la concienciación de la necesidad de la misma.

En este contexto se han celebrado hace unos días unas jornadas organizadas por la Armada con el título “La Armada vista desde la sociedad”. Las conclusiones de los ponentes han reflejado en algún caso un optimismo desmedido y en otros una realidad más acorde con la verdad.

No dudo que las intenciones “oficiales” son acertadas; sucede que las actuales disponibilidades presupuestarias no permiten hacer mucho más de lo que se hace, pero la cruda realidad es que si uno va a Toledo o Palencia y pregunta el por qué de la necesidad de disponer de una capacidad naval se queda uno asombrado de la respuesta; claro que si se hiciera la misma pregunta en La Coruña, Bilbao o Barcelona – puertos de mar – se podría comprobar la ignorancia que la mayor parte de nuestros compatriotas tienen sobre la Armada y sobre la necesidad de la misma.

No soy de los que piensan que tiempos pasados fueran mejores; sin embargo al echar la vista atrás por lo que al conocimiento de la Armada se refiere no puedo por menos constatar que así era.

Hace apenas unos lustros cuando existía el servicio militar obligatorio eran miles los españoles que pasaban por nuestros buques y conocían de cerca la Armada. Para bien o para mal, según el criterio de cada uno. Hoy es impensable algo parecido pero sí que sería bueno en su lugar el potenciamiento del reservismo, asignatura pendiente de desarrollo seguramente por la penuria económica vigente.

Hasta hace poco nuestros buques – más numerosos que ahora – tras las maniobras que realizaban solían recalar en puertos de toda la geografía nacional. En prácticamente todos. La Armada se daba a conocer en nuestros puertos. Hoy, en ocasiones debido a escaseces presupuestarias y en otras por razones incomprensibles – Barcelona o Bilbao – no sucede lo mismo.

Hasta hace poco la Armada estaba presente en casi todo el litoral a través de las Comandancias y Ayudantías de Marina con responsabilidades en muchos ámbitos. Hoy esta presencia se limita a unas pocas y limitadas al ámbito institucional. Todas aquellas que eran ejercidas con anterioridad han sido transferidas a otros organismos sin que se constate una mayor eficacia en ningún caso. El que lo dude que lo pregunte a los afectados, a la gente de la mar.

No hace mucho que la Armada llevaba a cabo campañas institucionales propias como aquella de “muchacho la marina te llama” con un éxito no igualado hasta ahora, a la par que la organización de “semanas navales” que daban a conocer en nuestro litoral a nuestra fuerza naval. En concreto me referiré, por ejemplo, a la que tuvo lugar en Barcelona allá por los 60 del pasado siglo. Parada naval que aglutinó en dicha ciudad, por extraño que nos parezca ahora, más gente que la propia Diada del mes pasado.

Pues bien, a pesar de todo esto, la Armada seguía siendo una gran desconocida en nuestra nación que a pesar de ser de condición marítima por su geografía seguía y sigue teniendo mentalidad continental.

Entonces no se conocía o se hablaba de Cultura de Defensa pero hoy a pesar de lo acertado de la organización de ésta – ya lo he dicho antes – la Armada sigue siendo una gran desconocida.

¿Por qué?


En mi opinión porque de una parte la difusión de las actividades de la misma se concentran en las del conjunto de las FAS sin que se vislumbren campañas específicas, de otra por la carencia de actividades como las citadas en párrafos anteriores especialmente las que deberían desarrollarse en el litoral, que no en Madrid, y finalmente por las enormes dificultades para llevar al ámbito educativo lo que en otras naciones de nuestro entorno es normal.

No digo nada nuevo ni imaginativo. Todo está escrito y esto me recuerda la anécdota con la que comenzaba estas líneas.

República

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