martes, 22 de octubre de 2013

Humor uruguayo sobre el desprecio argentino hacia ellos

Una lástima
El mundo entero se pregunta por qué todavía no le hemos declarado la guerra a Argentina. Es por una razón muy sencilla
Ernesto “Bimbo” Depauli



Está claro que no se trata de un asunto de inferioridad bélica, dado que pese a tener pocos aviones y menos nafta, como dijo Artigas pelearíamos igual con perros de color marrón.

No le declaramos la guerra a Argentina porque sentimos lástima. Puede que el amable lector suponga que esto es una excusa para no reconocer que son más grandes que nosotros, pero es precisamente ese el motivo por el cual, la Argentina como país, a veces nos da lástima. Porque solo ha logrado aprovechar lo malo de ser grande.

Y mire que hemos hecho cosas por ellos. Prácticamente les regalamos Punta del Este, y aun así no han tenido la delicadeza de aprender que nosotros les decimos sánguches calientes a los tostados, y siguen exigiendo que nuestros mozos hablen su idioma, cuando es bien sabido que el turista se adapta al lenguaje del país que visita.

Les tenemos lástima porque a veces piensan que son el centro del universo, cuando solo son un puntito un poco más grande que el puntito que nosotros somos. A nadie en el mundo se le ocurriría solicitar a su gobierno que cerrara un paso de frontera para obligar al traslado de una fábrica, pero sí a los argentinos. Y lo que da lástima es que lo hagan poniendo por delante la defensa de la vida, ya que si todo se soluciona moviendo la fábrica de lugar, solo se defiende la vida de los argentinos. Eso es lo que da lástima, el egoísmo disfrazado de pretensiones humanitarias.

Les tenemos lástima por Tinelli, por Susana, por Mirtha, por Fort, y por otro montón de personajes que nos han obligado a consumir nada más que porque son más grandes, pero son ellos quienes los inventaron y los necesitan para construir una sociedad en la que lo importante es llamar la atención sin importar a qué precio, ya sea desparramando enanos sobre una pista de hielo, o exigiendo la pena de muerte a los gritos cuando les toca de cerca lo que le pasa a la gente común cada día. Sentimos lástima por sus ídolos, sí.

Sentimos lástima porque siendo grandes, todavía no han encontrado una forma pacífica para resolver sus diferencias. Siempre hay que hacerlo a los gritos, con insultos, con prepotencia, y a veces a los tiros. Eso a algunos les puede dar miedo, pero a otros nos inspira lástima, nos da pena.

Nos da pena que nos traten como una provincia boba, como hermanos menores, porque cuando los hermanos tienen en cuenta quién es el mayor y quién el más chico, siempre terminan peleando. A cierta altura de la vida los hermanos son eso y nada más, sin importar la edad ni la fortuna.

Nos dejamos pasar por encima por los argentinos porque no nos interesa competir con ellos, excepto en el fútbol y en algunos negocios, pero lo nuestro no es demostrar que somos mejores sino tratar de ser nosotros mismos, preservando una identidad que desgraciadamente vamos perdiendo de a poco porque ellos quieren que el resto del mundo los imite.

Y eso da lástima, porque es una manera de no aceptar a los demás, de no reconocer la existencia del otro como ser independiente, y lo que parece grandeza no es entonces otra cosa que prepotencia.

Argentina es uno de los países más lindos del mundo, pero no es obligatorio, no todo el mundo debe vivir como si fuera Argentina, ni girar a su alrededor. Que piensen eso es una lástima.

Que se enojen porque queremos ser independientes es una lástima, que se ofendan porque un presidente uruguayo no les hace caso es triste, porque ningún país tiene la obligación de hacerle caso a otro.

Por todo eso Argentina nos da lástima, porque nosotros somos muy chiquitos, y sentimos pena cuando vemos que por momentos no son capaces de reconocer su propia grandeza. Nos da lástima porque todo se concibe en términos de ganar o perder, y perder nunca resulta aceptable para la mayoría de los argentinos, no así para nosotros, perdemos a cada rato.

Es una verdadera lástima que un país tan grande esté apoyado en pequeñas mezquindades, una lástima de verdad. l

El Observador

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