lunes, 17 de febrero de 2025

Las fuerzas del Mal se reúnen para ocupar la Antártida y Malvinas

La hermandad inquebrantable entre Albión y la Araucanía: Un nuevo capítulo en la apropiación del Atlántico Sur





Como si fuera un ritual sagrado de cooperación colonial, un avión Airbus A400M Atlas de la Real Fuerza Aérea Británica (RAF) aterrizó recientemente en Punta Arenas, Chile, consolidando aún más la posición del país trasandino como el mayordomo logístico predilecto de Su Majestad en la Antártida. La aeronave, con matrícula ZM421, partió desde la Base Aérea de Monte Agradable en las Islas Malvinas, aunque, como es costumbre, nadie ha considerado oportuno explicar con claridad el motivo del vuelo. Pero claro, ¿qué mejor manera de reafirmar la relación de hermandad entre la Araucanía y Albión que con un discreto aterrizaje militar?

Los atentos usuarios de la red social X no tardaron en notar que el avión tocó suelo en la Base Aérea de Chabunco, en Punta Arenas. Aunque la información oficial brilla por su ausencia, diversos rumores apuntan a que la aeronave podría haber continuado su travesía hacia la Antártida, muy posiblemente con destino a la Base Científica Rothera, la joya británica en la isla Adelaida, estratégicamente ubicada en la península antártica. Porque, después de todo, ¿quién necesita discreción cuando se tiene la complicidad de un fiel aliado?

Punta Arenas: El bastión británico en el Cono Sur

El aterrizaje del A400M no es más que la punta del iceberg en una relación que parece más firme que nunca. Punta Arenas no solo ha sido el trampolín perfecto para el despliegue aéreo del Reino Unido, sino que también ha demostrado ser un puerto seguro para las operaciones navales británicas en la región. En este idilio logístico, el rompehielos HMS Protector y el buque de investigación Sir David Attenborough han encontrado en la ciudad chilena un hogar lejos de casa.

Pero, ¿qué tiene Punta Arenas que tanto le gusta al Reino Unido? Además de una ubicación privilegiada y una infraestructura que facilita operaciones tanto científicas como militares, parece ser que la hospitalidad chilena no tiene límites cuando se trata de dar una mano a la flota británica. Mientras algunos países sudamericanos levantan la voz ante la injerencia extranjera en la Antártida y el Atlántico Sur, Chile prefiere servir el té y preparar la pista de aterrizaje.

Una alianza que resiste el paso del tiempo

Desde hace décadas, Chile ha demostrado ser el socio más confiable para el Reino Unido en la región. No importa cuántos reclamos históricos se interpongan en el camino, la lealtad de la Araucanía a la corona británica sigue firme e inquebrantable. Y es que no todos los días se puede contar con un país sudamericano tan dispuesto a prestar su suelo, su infraestructura y su silencio diplomático a cambio de quién sabe qué favores estratégicos.

Las implicaciones de esta alianza para la dinámica regional no pueden subestimarse. Mientras Argentina continúa su lucha por la soberanía sobre las Malvinas y busca consolidar su presencia en la Antártida, Chile abre sus puertas de par en par a los mismos que ocupan el archipiélago desde 1833. Nada como una buena amistad para "compartir" los recursos y la influencia en el continente blanco.

Por supuesto, la llegada del A400M es solo un recordatorio de que la presencia británica en la región sigue siendo sólida y, en gran parte, facilitada por su fiel aliado chileno. Lo que para algunos podría ser una cuestión de cooperación logística, para otros es simplemente una vieja tradición colonial disfrazada de pragmatismo moderno. Y así, entre aterrizajes discretos y barcos británicos amarrando cómodamente en puertos chilenos, la historia sigue su curso.

Una vez más, la dupla Albión-Araucanía demuestra que, cuando se trata de quedarse con un pedazo del Atlántico Sur y de la Antártida, nada une más que un interés compartido y una voluntad inquebrantable de mirar hacia otro lado.

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