miércoles, 13 de febrero de 2013

Viejas e inútiles animosidades

Cánticos militares xenófobos: Entre degolladores, funebreros y vampiros
LAS TRAMPAS DEL ODIO

Rubén Durán
 

Nuevamente se activó la trampa del odio. 

Bastó que un descerebrado con jinetas y unos cuantos grumetes chilenos vociferaran ante una cámara una burda cadencia de trote para que gente de cuatro países se enfrasque en una contienda de insultos y pases de factura sobre un pasado que los divide. 

“Argentinos mataré, bolivianos fusilaré, peruanos degollaré”, decían los trasandinos mientras se desplazaban rítmicamente por un paseo de Viña del Mar. 

Parece que el brigadier que los conducía no se olvidó de nadie, aunque la culpa no es toda de él. 



Las expresiones que salieron de su boca son el fruto de rencores acumulados prácticamente desde que nuestro continente se liberó del yugo español y comenzó a recorrer su vida independiente, rencores que fueron alimentados por un cóctel de mitos nacionalistas, manipulaciones de gobernantes, soberbia de los ignorantes, e intereses ajenos a los países involucrados, que siempre vieron con buenos ojos el imperio de la división de esta zona. 

Los argentinos no nos quedamos atrás en este certamen de cantinela barata, y un ejemplo de ello es un video publicado en Youtube el año pasado en el que un grupo de cadetes policiales que asisten a un instituto universitario cuyano también le mandaban un mensaje a sus vecinos más allá de los Andes: 

“Chilenito, chilenito, ten cuidado, ten cuidado, que una noche oscura, a tu casa entraré. Y tu cuello cortaré y tu sangre beberé, tus calzones oleré”. 



A favor de ellos se puede decir que al menos se esforzaron más por la letra y le sumaron elementos vampíricos y fetichistas, pero siguen siendo tan ridículos como los marinos chilenos. 

De esta competencia del odio también participaron uniformados peruanos y bolivianos, tal vez no tan rítmicamente como sus colegas australes, pero sí a través de declaraciones emitidas ante una cámara indiscreta por algún oficial o mediante un video institucional contra su otrora enemigo de la Guerra del Pacífico: Chile. 

Muchos ya se olvidaron del general peruano Edwin Donayre y su polémica consigna pronunciada en 2008 ante un público de militares y civiles que lo homenajeaban: 

“…chileno que entra, ya no sale, y si sale, saldrá en cajón. Si no hay suficientes cajones, saldrán en bolsas plásticas”



O tal vez ya se olvidaron del video del Ejército de Bolivia, subido a Youtube en 2010, en el que al final de un despliegue de imágenes de actividades castrenses algunas sutilezas dirigidas a sus vecinos del oeste: 

“Viva Bolivia hacia el mar” y “Los estamos esperando, chilenos”… Algo que refleja cierta actitud histérica: o van en busca del mar o esperan que los chilenos se lo acerquen. Pónganse de acuerdo. 



Bromas aparte, debe destacarse que en el caso del comandante peruano fue pasado a retiro por su gobierno, mientras que el de Chile prometió severas sanciones para los responsables del papelón de Viña del Mar (esperemos que así sea). 

Sin embargo, queda la triste sensación de que el odio persiste en el corazón de nuestros pueblos, manteniéndose agazapado en espera de esas pequeñas chispas de estupidez que lo regresen a un primer plano, que no son más que trampas en las que muchos prefieren caer sin pensarlo demasiado, para vomitar discursos que sólo reflejan frustración, soberbia, envidia, miedo y bronca. 

¿A quién o quienes favorecen estos hechos?... La lista puede armarse fácilmente, comienza por gobernantes que agradecen la difusión exagerada de hechos que distraigan a sus conciudadanos de los verdaderos problemas que deberían llamar la atención, y sigue por los medios de comunicación que pueden “vender más” por un tiempo con este tipo de noticias. 

Otros que sonríen y se frotan las manos ante la aparición de videos como los precedentes son los ultranacionalistas, que ven enemigos hasta en su propia sombra y que acusan a todo el que es “distinto” a ellos (ya sea judío, negro, blanco, villero, cholo, chilote, mono, bolita, paragua, brazuca, cabeza, etc., etc.) de ser el causante de los males que aquejan a su país. 

Esos personajes se alegran por partida doble, por un lado están los del país donde se originó el video, porque ven plasmada su retorcida idea del mundo en imágenes y audio; y por el otro están los de los pueblos ofendidos, porque les da la razón y alimenta sus propios argumentos xenófobos y paranoicos. 

Otros que se benefician por este tipo de acciones son, sin lugar a dudas, aquellos que siempre han bregado porque no se concrete una verdadera unidad latinoamericana, porque no le conviene a sus intereses. Son aquellos que siempre buscan ahondar las divisiones entre nuestros países para evitar que esta región se consolide como un polo con verdadero poder de decisión e influencia en el orden mundial. 

De ahí la necesidad de que la mayoría de argentinos, peruanos, chilenos y bolivianos (y también los demás pueblos de esta América) evitemos caer en estas trampas del odio, para que no nos distraigan de lo que verdaderamente importa, para que no nos llenen la cabeza con noticias basura, para que los extremos no se salgan con la suya, para que no sigan controlando nuestro destino.

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