El capitán de la Fragata Libertad Pablo Salonio asi lo relata Carlos Manuel Acuña
Una expresión de la grandeza perdida sobrevive parcialmente en la Fragata Libertad, hoy cautiva gracias a la impericia de quienes gobiernan y tal vez por otros factores que rondan la imaginación de los analistas. El caso es que mientras no existen razones atendibles que expliquen y justifiquen adecuadamente los motivos para que el viaje final de instrucción de los cadetes argentinos y extranjeros recale en un país africano donde ni siquiera existe representación diplomática, a medida que pasan las horas y los días comienzan a saberse algunos detalles que hacen más incomprensible la situación. Antes de ingresar al puerto -ya en aguas jurisdiccionales de Ghana- dos lanchas se acercaron al buque.
En una de ellas viajaba el práctico, en la otra una autoridad portuaria representada por un elegante marino ghanés, quien subió a bordo para confiar a sus visitantes sudamericanos que existía el riesgo de que al día siguiente se produjera el lanzamiento de una orden de embargo fundada en los reclamos de acreedores bonistas. El capitán argentino, Pablo Salonio, realizó de inmediato la consulta del caso con el ministerio de Defensa. Obviamente, comenzaron a vivirse momentos tensos y nerviosos en tanto se esperaba la respuesta de Buenos Aires. Al rato, el propio ministro Puricelli, terminante, reiteró la orden prevista al organizarse el viaje: “ingrese a puerto”. La respuesta fue desconcertante y puede pensarse que también afectó en igual sentido al elegante y formal marino ghanés.
La Fragata iniciaba las maniobras correspondientes y, por segunda vez, quien de hecho sería anfitrión, recibió más noticias que trasmitió a los argentinos. Ante la insistencia, una nueva consulta que llegó a la Casa Rosada determinó una idéntica respuesta pese a que quedó claramente ratificado lo que legalmente sucedería horas después. Más aún, se habría informado que la comunicación oficial sería trasmitida -y concretada- a las 9 de la mañana del día siguiente.
Aquí comienza el misterio. El marino argentino cumplió exactamente las órdenes que se le impartieron. En la húmeda y calurosa mañana, ya con el sol alto y ardiente, llegó la comunicación del embargo y aquí, en la Argentina se iniciaron los “dimes y diretes” que son conocidos por todos. Nació el escándalo, habló Cristina, Timerman recurrió a los lugares comunes del caso, la Fragata Libertad tomó el camino del reclamo popular y demostró que el suceso había impacado hondo e insistentemente en la opinión pública. El gobierno y sus ideólogos quedaron asombrados.
Comandante capitán de navío Pablo Lucio Salonio (izq.) y 2do. Comandante capitán de fragata Carlos María Allievi.
Fuente: Seprin.
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